Una eterna fila de hormigas rojas enfrentándose despacio a otras tantas blancas. Humo ascendiendo sin tregua, testigo del calor de anónimas historias allá abajo.
Descendemos. Las únicas luces que nos acompañan son las de emergencia y algún que otro fugitivo teléfono, impaciente de anunciar la llegada.
Mira su reloj maldiciendo la nieve del norte y las huelgas del sur. Pero por fin está aquí y nada más importa. La Navidad siempre espera hasta que la brillante sonrisa de su madre se asoma a la puerta de llegadas.
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