lunes, 12 de diciembre de 2016

Animalario

Se les podría considerar generalmente domésticos, salvo contados y asilvestrados especímenes. Los que viven entre nosotros dedican su vida a facilitarnos la nuestra. Cuidan del orden en la casa y preparan nuestra comida. Poco más piden a cambio, a excepción de un gesto de cariño de vez en cuando, o quizá a ratos un poco de aire libre (del que ellos por si solos no saben disfrutar). Nosotros solemos gentilmente procurarles esas nimias solicitudes, ya que el trato nos es sin duda favorable.

Son casi inmortales. A nuestros ojos, pasan los años sin dejar huella aparente en su rostro: a lo más, una arruga más marcada aquí o algún cabello gris allá. En suma, se pudiera decir, desde fuera, que son nuestros fieles vasallos. Sin embargo, tantos años de convivencia, generación tras generación, han hecho que estrechemos lazos por encima de esta servidumbre. Por tanto, podríamos los perros reconocer que también amamos a los humanos.