domingo, 23 de octubre de 2016

Octubre

Me aferro al verano. Hace ya años que se marchó, pero no lo quiero aceptar.
Dejo las zapatillas mojadas fuera y busco unos calcetines secos. En mi ya perdida batalla cedo, y dos camisetas hoy serán mi pijama.
Me encierro en la cocina donde la caldera ya se queja de nuevo. El vaho conquista el vidrio de la ventana y no me importa. Me empaña de la humedad que habita fuera.
Deshago el chocolate puro con canela. A fuego lento, no tengo prisa, ¿habría de tenerla? El aroma amargo y las gotas del tejado insisten en que el tiempo pasa. Lleno una taza de chocolate y arrastro los pies y tu recuerdo. Me siento, y apoyo las piernas en la otra silla siempre tan vacía. Bebo un humeante trago que intenta, sin éxito, reconfortarme.
El olor a tierra mojada no es el mismo que el de aquel agosto. Pero es otoño, es normal, dices desde tu eterno verano. Tu eterno e insolente verano.

sábado, 8 de octubre de 2016

La trenza dorada

Bucear. Le ensimismaba la sensación de silencio y frío que le ofrecía el océano abierto: a veces esa soledad se rompía con la presencia inesperada de un pez cualquiera. Ella no era ninguna experta en biología submarina; en realidad ya no era experta en nada, pero le gustaba sentirse parte de aquello. De repente algo pareció moverse. Un cangrejo ermitaño, seguro que no era nada más, solo un hilo de pequeñas burbujas saliendo de aquella roca. No le dio importancia. Un ruido,  una especie de tintineo. Pensó otra vez en el dichoso incidente: aquel día en que su vida cambio inesperada e irreversiblemente. Ella ya estaba limpia, eso decían. La ventaja de desaparecer del sistema es que tus errores desaparecen contigo. A pesar de eso, a veces pensaba que no debía haber entrado en ese despacho.
Otra vez el ruido, y esta vez desde luego no podía haber sido un pequeño animal. Miró su bombona, no le quedaba mucho más tiempo. Un resplandor llamó su atención. Alargó su mano y agarró aquel objeto. Se encontró con que aquel brillo le mostraba que el pasado nunca se puede enterrar: ni siquiera en medio del Océano Indico. ¿ Cuáles eran las opciones de que aquello estuviera allí? No podía tratarse de un error. Cinco años atrás había jurado no volver a involucrarse. Había abandonado todo en aquella tercera planta subterránea del Museo Británico en Londres: su vida, su carrera y aquel maldito trozo de metal: la trenza dorada. Todo volvía a empezar.

jueves, 6 de octubre de 2016

Infancia sin "e"

Un recuerdo sin e's: un r3cu3rdo.

Dos años. Solo dos y aún así claro a mis ojos llaman los sonidos: la Ciudad Condal con mi familia: doctor, ruido, ignorancia.

Palabras sin nexo

Un desafío: escribir una historia improvisada mientras palabras aleatorias tienen que encajar en tu relato. Sin tiempo para pensar. Un minuto.

Todo lo que podía oír eran ecos. Ruidos difusos como sombras en noche cerrada.
No estaba asustado, pero los pensamientos corrían rápido en su mente como un río descontrolado. Aquello debía ser como el que trata de resolver una adivinanza sin más pistas que un libro en un sótano abandonado. Cualquier sensación del exterior era como oro, un doblón de oro encontrado en un barco pirata olvidado. No podía sentirse uno más, uno de nosotros. No ahora.