jueves, 23 de febrero de 2017

Bienvenido al barrio

Recorrerás despacio una estrecha carretera. Demasiado estrecha para ser la única entrada a ese barrio.

Bloques de ladrillo, unos más rojizos, otros más ocres. Algunos de más de diez alturas, otros quizá de siete u ocho, difícil de decir. Pero todos iguales. Calles que se cruzan y se encuentran, señales de stop ignoradas. Y coches. Cientos, miles de coches y ni un solo hueco libre. Como si la urbanización no te quisiera allí; como si tu coche, forastero, no fuera bienvenido.

Reducirás la velocidad mientras miras alrededor. No verás un solo alma. Te repetirás en silencio "Número seis, bloque C, Séptimo B". Volverás a recordar esa misteriosa voz que te prometía la siguiente pista en el caso de la desapariciones en el que llevas meses trabajando. No podrás sino dejar el coche en segunda fila. El único en la calle. Saldrás y un olor químico, sombrío, te irritará los ojos. Pero no le darás importancia, mientras te repites "Número seis, bloque C, Séptimo B". Marcarás tres dígitos en el moderno telefonillo y pulsarás el botón de la campanilla. Nadie contestará. Mirarás a la derecha y luego a la izquierda pero seguirás siendo el único en esa larga calle. Te fijarás en la pequeña cámara del telefonillo, preguntándote si alguien te estará observando en silencio. Cuando estés a punto de marcharte, la puerta se abrirá. Pensarás que ese escalofrío sólo es debido al gris día de febrero. Si no nieva hoy, poco le falta, te dirás. Unas canastas de baloncesto, tan vacías como los jardines que rodean la piscina, tapada con una lona azul serán lo único que verás hasta la siguiente puerta.  "Número seis, bloque C, Séptimo B". Otra vez, los tres dígitos y la campanilla. Entrarás y llamarás al ascensor, que se abrirá ante ti al instante, como si llevara tiempo esperándote.

Y mientras el ascensor sube lentamente lamentarás tu ambición y tu soberbia. Deberías haber pedido refuerzos.

Cuando llegues al séptimo piso, encontrarás la puerta bajo la letra B abierta, pero no encontrarás a nadie en el quicio. Prepararás tu Astra 680 de calibre 38. Darás un paso más y te darás cuenta de que para quien vive allí, tu arma no es ninguna amenaza. Unos ojos verdes, como de vidrio, te saludarán.  

Entenderás entonces que la estrecha carretera solo era de entrada. 

No hay salida.
Y ya serás uno de ellos.
Bienvenido al barrio.

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